lunes, 29 de octubre de 2007

¿De qué nos reímos?



Es una preunta vana pero profunda a la vez; no es fácil describir qué es exactamente lo que nos hace reír, ni menos imaginarse qué podría hecr reír a los demás.

Muchos cortes publicitarios nos dicen que nos reímos de la desgracia ajena. Y es verdad. No contenemos una fuerte risotada al ver caer a un compañero, o apreciar cómo lo golpean. Y esto último es grave, ya que debido a carrafales errores como éstos se da origen al mal nacido
bullying, del que tanto se avergüenza el ciudadano moderno.

Últimamente hasta los orientales intentan saber de qué se ríen -aunque nos cueste creerlo- mediante extenuantes investigaciones. El gran poder que revelaría esta investtigación podría influir notablemente en la calidad de vida de todo el mundo, ya que al saber de qué nos reímos, podríamos reírnos más. Y he aquí el complejo, cuando se repite algo que nos hace reír, ya no nos hace reír. Y ese es uno de los mayores traumas de los humoristas.
Nadie sabe a ciencia cierta cuál es el mecanismo exacto que detona esa explosión placentera que al mismo tiempo estimula más de 500 músculos de nuestra cara.

Sin embargo, explotar este recurso comúnmente es tildado por la sociedad como superficial e infantil.
Nada tiene de malo tratar de reír más; tratar de sonreírle al mundo sin esperar nada a cambio. Tratemos entonces de conseguir ese estatus poderoso de sentirse contento, y aunque estemos en la etapa más estresante del año, no olvidemos lo que realmente nos debe hacer reír, y no vanas ilusiones destructivas hacia los demás. Y si todo se pone negro, no olvidar que "a mal tiempo, buena cara".

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